La santificación puede ser difícil a veces. ¿Cuál es nuestra parte? ¿Cuál es la parte de Dios? Si bien es cierto que no nos santificamos a nosotros mismos (después de todo, su mano de obra - Efesios 2:10), también es cierto que debemos "ocuparnos en nuestra salvación con temor y temblor" (Filipenses 2:12). Sin embargo, cuando uno analiza esta relación, está claro que cuando se trata de la santificación, hay un cierto nivel de cooperación que debe tener lugar entre nuestra voluntad y de Dios. Y parte de esa cooperación incluye el "no proveer para los deseos de la carne" (Romanos 13:14). En otras palabras, tenemos que hacer un esfuerzo consciente para deshacernos de las cosas en nuestras vidas que regularmente nos provocan al pecado.
Al igual que la joven madre que se mantiene orando por la paciencia, pero lo que realmente necesita no es más paciencia, sino a aprender a entrenar a sus hijos para que no hagan constantemente el tipo de cosas que exasperan a cualquier mujer sana. O el tipo que sigue orando por pureza, pero tiene todo el canal de películas, sin filtro en su ordenador, y se mantiene despierto hasta mucho después de que su esposa se ha ido a dormir. O el marido que está orando por menos conflictos en su matrimonio, pero que no está dispuesto a renunciar a su loco horario de trabajo. O el... usted entiende. "Dios, no dejes que me queme", rogamos. Y luego salimos con nuestros fósforos y nuestra botella de gasolina.
Confiar en Cristo para nuestra santificación no significa que lleguemos a vivir una vida vaga y luego pedir que Cristo recoja los pedazos. Que significa "no proveer para los deseos de la carne." Esto significa deshacerse de las cosas en nuestras vidas que constantemente nos tientan para responder de manera carnal. Así que si usted no está dispuesto a encontrar un nuevo grupo de amigos, entonces todas sus oraciones a Dios por ayudarle a mantenerse fuerte ante la presión de los compañeros son probablemente una pérdida de tiempo.
Por supuesto, si su carne es como la mía, se ha dado cuenta hace mucho tiempo que su carne suministra para sus propias disposiciones, es una unidad de pecado autónomo. Sólo la eliminación de los obstáculos en su vida no le hará internamente santo. En el interior una obra transformadora de la gracia se necesita para eso. Pero las cosas se ponen peor - mucho peor - cuando ayudamos a nuestro cuerpo constantemente a poner cosas en frente de ella que nos inducen a la impiedad.
Echemos un vistazo en profundidad a nuestras vidas. ¿Hay áreas en las que estamos tropezando constantemente? Si es así, tal vez sea hora de dejar de proveer para los deseos de la carne.