La profecía bíblica es fascinante. No estudiaremos eventos proféticos, pero si hablaremos que la razón de la profecía es con un muy sano propósito. No fue dada para provocar la curiosidad de las personas, ni amedrentarlas. Las profecías fueron dadas para provocar esperanza y búsqueda de la santidad. Isaías 40 hasta el final de Isaías se habla de la grandeza de Dios y su restauración al pueblo de Israel. Lectura de Isaías 40:1-9. Es una nota esperanzadora, que continúa hasta el fin del libro.
El Nuevo Testamento también continúa siendo esperanzador. II Tes. 2:13-17. Esto es para nuestro contentamiento. Este texto nos aclara que fuimos escogidos anticipadamente. Efesios 1:4 habla de que fuimos escogidos para santidad, en cambio en II Tes. 2:13 nos habla de salvación (un acto continuo). La salvación es un proceso en la vida del creyente. Fuimos salvados en el momento de creer, pero la santidad práctica es un proceso continuo. Un creyente se ha de sentir mal cuando ha cometido un pecado, y no se sentirá en paz hasta estar a cuentas con el Señor.
También habla de la necesidad de escuchar el Evangelio y seguirlo escuchando continuamente. El Evangelio comienza desde la proclama de salvación hasta la declaratoria de que Cristo viene, lo cual nos lleva a la santidad. Luego llegamos al punto de alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo.
Ya que tenemos este destino entonces vemos el v.15:
• Estad firmes
• Retened la doctrina que habéis aprendido. Retened: amarrad; no permita que otro se la quite.
El v.16 nos habla del por qué no podemos dejarnos robar esto, pues nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia, lo cual produce confort y confirmación.
El reto al presente no es tirar la toalla ni debilitarnos o cruzarnos de brazos. Como creyentes que estamos esperando a Cristo Jesús debemos estar activos, como aquellas diez vírgenes. Estamos esperando al Señor activos, firmes, sirviéndole, pensando yo voy rumbo a alcanzar la gloria.