Como Iglesia de Cristo tenemos diferencias, pero al mismo tiempo debemos tener muchas cosas en común, como por ejemplo: un solo Dios, un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un mismo Espíritu.
I Juan se enfoca en la comunión con Dios y con los hermanos, en amor. Juan nos muestra que la vida cristiana es primordialmente comunión con Dios. I Juan 1:3 vemos una verdad, para poder tener comunión con mi hermano, debo tener primeramente comunión con Dios. Si mi comunión con Dios es buena entonces tendré una buena comunión con mis hermanos más fácilmente.
Pero hay un elemento que rompe la comunión con Dios y con mis hermanos llamado PECADO. El verdadero cristiano estará atento de no caer en el pecado. Debemos entender y estar consciente que estamos en una guerra constante, una guerra espiritual. No debemos vivir en comodidad espiritual ni tampoco pretender aislarnos. I Juan 1 nos enseña al mismo tiempo que no podemos tener comunión con Dios y al mismo tiempo andar en tinieblas (andar en pecado) v.6.
La fórmula para tener una buena comunión es: Cuando cometemos pecado debemos reconocer que hemos pecado, sin excusas (v.10). Debemos vernos como personas pecadoras que necesitamos el perdón de Dios, no errores, ya que los errores se tratan de corregir por nuestros propios medios. “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.” (Isa 1:18). Isaías 43:25, Hebreos 8:12 hablan que Dios no se acordará de nuestros pecados e iniquidades. Si somos salvos hemos sido perdonados por todos nuestros pecados, los pasados, presentes y futuros, pero cuando la Palabra dice que Dios olvida nuestro pecado (no me acordaré de sus pecados ni de sus iniquidades) es porque los mira como pecados perdonados, pecados que ya confesamos y Dios ya los perdonó.
Una Iglesia que tiene una buena comunión con Dios tendrá una buena comunión con los demás hermanos que conforman esa Iglesia.
I Juan 3:1-3 nos habla del amor del Padre para con nosotros. I Juan 1:12 nos habla que al momento de recibir a Cristo llegamos a ser hijos de Dios. Tenemos una relación filial con Dios y nadie nos separará jamás de él. Efesios 2:8,9 nos habla que somos hijos por pura gracia. Lo que si cambia es nuestra relación con él, en el momento que pecamos.
Juan 15:10, Mateo 6:33, Juan 15:5 nos habla que la comunión con Dios es vital para dar frutos para recibir bendición. ¿Cómo describiría usted su relación con Dios? ¿Estamos alertas contra las acechanzas del maligno? Si desobedecemos la voluntad de Dios pecamos y Dios nos disciplina. Hebreos 12:5,6,7,11.
Al no tener comunión con Dios perdemos también las bendiciones y llegan los problemas a nuestras vidas. No quiere decir que los problemas son siempre fruto de nuestra indisciplina, pero si podemos saber que la desobediencia a Dios nos trae problemas
¿Cómo tener comunión con Dios? I Juan 1:5,6 – Nuestro pecado debe estar expuesto ante la luz de Dios. La Palabra de Dios nos revela cuando andamos en tinieblas. Debemos abrir nuestras vidas a Dios y confesar que tenemos pecado para poder luego tener comunión con Dios y con los hermanos.
El Espíritu Santo también nos convence de pecado, o sea que nos revela cuando estamos viviendo en pecado y nos anima a ponernos a cuenta con Dios. Satanás también nos acusa por nuestros pecados. Apoc. 12:10 El diablo es el acusador de los hermanos.
Seamos específicos en nuestra confesión de pecados.
No se tarde en confesar sus pecados, hágalo inmediatamente, no le dé lugar a Satanás.
Un cristiano maduro es el que confiesa más rápidamente su pecado y se aparta de él. No debemos permitir que nuestra relación con el Padre se rompa.
La fórmula para tener buena comunión con los hermanos es tener una buena comunión con Dios.